De entre tantas historias algunas de fantasía, magia y encuentro esta que les cuento no es un cuento… y si, tiene algo interesante que sucede en este reino pachuqueño.
En el Castillo hay veinte gárgolas dragonas que surgieron de la siguiente manera: donde ahora están originalmente sólo había veinte caños para canalizar el agua de la lluvia y derramarla sin que dañara las piedras de la construcción. Sin embargo, poco a poco, con el paso de las épocas, el agua residual se petrifico hasta adoptar la forma de gárgolas dragonas. Estos monstruos fantásticos de piedra, con fauces de colmillos afilados y garganta poderosa, garras terribles y alas como a punto de desplegarse para alzar el vuelo, cuelgan de los frisos del Castillo.
Una mañana limpia y fresca de domingo en Pachuca, el altivo Castillo gótico que alberga el Museo de miniaturas se llenaba como siempre. El jardín frontal estaba colmado por grupos de niños y adultos que disfrutan admirar la luz de los altísimos y coloridos vitrales, sintiéndose protegidos por las majestuosas torres almenadas desde las que se llega, por amplios corredores, a los salones donde se exponen asombrosos mini mundos.
De pronto el cielo se nubló hasta quedar negro. Un estremecimiento recorrió todo alrededor. Los escalofríos que causaba la extraña y repentina oscuridad, la lluvia agresiva y la tempestuosa descarga de truenos y el eco tenebroso de los relámpagos, no fueron nada comparados con un concierto de alaridos que calaba hasta los huesos y que no eran sino una pavorosa sinfonía producida por las gárgolas por el agua de la tempestad que escurría por sus fauces.
En lo más alto de la torre principal una fulminación recorrió el cuerpo de las veinte gárgolas dragonas adosadas a los muros del Castillo… Después de erizarles violentamente el lomo, la descarga llegó hasta sus hocicos y despertó a una de ellas. Encendida como una antorcha gigantesca comenzó a crecer hasta alcanzar más de doce metros, su color de piedra se transformó en llamas de tono granate.
Una vez adquiridos este horroroso tamaño y el magnífico color extendió sus alas y voló vertiginosamente por toda la ciudad de Pachuca para luego regresar, en un planeo suave y delicado hasta posarse en el centro del patio de armas del catillo. La multitud de visitantes, entre asustados y divertidos, se sintieron aliviados, pensaron que todo era un truco de tecnología para hacerle publicidad al Museo.
Conforme sentían confianza los más curiosos cerraron el círculo en torno a la bestia hasta casi tocarla. Pero entonces el monstruo emitió un rugido digno de Godzilla y de saurio depredador, lanzo al mismo tiempo una llamarada y nubes de humo más negras que las que habían encapotado el cielo. Todos se alejaron horrorizados.
Un muchacho que miraba la escena desde el umbral del Castillo, justo bajo la puerta de picas, corrió hacia el interior pidió la ayuda de alguien, de quien fuera, hombre, mujer, niño, superhéroe, soldado, dibujo animado, hechicero, mago o alquimista de los que abundan en el Castillo. Muchos pequeños y enigmáticos seres de fantasía con armaduras, yelmos y armas medievales acudieron al llamado, tomaron un grueso hilo de plata cuya veta nacía en los sótanos del Castillo y salieron al patio de armas.
Abriéndose paso entre la muchedumbre aterrada los pequeños seres enfrentaron a la bestia lazándola con el cordón de plata. Al sentirse atrapada ésta comenzó a retorcerse y al gruñir arrojo fuego y humo, pero con ello sólo conseguía quedar más fuertemente amarrada.
La primera idea fue quemarla con la misma maleza que ella había hecho arder, pero como estaba templada por el fuego fue imposible hacerlo, así que decidieron colgarla de una de las esquinas del Castillo, como advertencia a los malos, muy malos espíritus. Así ya nunca, hasta ahora, intentó librarse de su yugo. Prometió mantenerse en paz hasta que las restantes dragonas, dejaran de ser de piedra y cobraran vida.
En el Castillo todo ha vuelto la normalidad y cada día transcurre parecido al otro, excepto los viernes, sábado y domingos, que la gárgola dragona entra en acción, abre sus ojos de pupilas inyectadas con un fulgor de esmeralda, bosteza o ruge según su estado de ánimo, lanza fuego y nubes de humo para estimula a sus diecinueve hermanas de piedra a despertar del letargo en que están inmersas y salgan a gobernar el vasto reino pachuqueño.
Y colorín, colorado este cuento, no se ha acabado….
